Esta obra reúne cinco pinturas que fueron realizadas en oleo sobre madera por el artista belga Jan Brueghel el viejo (1568-1625) y Peter Paul Rubens. Ambos conformaron un equipo donde se dispusieron diferentes sectores y detalles a pintar. Los historiadores creen que el primero estuvo a cargo de los paisajes, detalles y animales, mientras que su maestro de las personas.

Jan Brueghel el viejo fue un pintor flamenco por excelencia, amante de la pintura de naturaleza muertas, paisajes y animales. Era preciso y detallista, por eso como es en este caso, trabajaba muchas veces a la par con otros artistas, a donde a él se le encargaban precisamente estos temas.  

Estas tablas, son parte entrañable de Museo Nacional del Prado, en Madrid, lugar en que se las preserva. Esta alegoría fue realizada en pleno período barroco. Se observa en sus detalles, el trato de la figura humana, las ropas y el color. 

La obra, sus cinco piezas, fueron realizadas entre los años 1816 y 1818. La primera a ser realizada fue “Vista”. La riqueza de detalles, sutilezas y ornamentación es propia del periodo barroco, propia de Jan Brueghel y de Rubens y también propia del tema de la pieza. La belleza, la riqueza, el detalle, la opulencia y el arte que entra por la vista. Todo lo que puede ser apreciado, admirado y es digno de deleite. Pinturas, retratos, bustos y flores por doquier de la habitación que se representa en esta escena.

En “Oído” todo alude al sonido y a la música. Una habitación que invita a replegarse y a concentrarse en este sentido. Una mujer con un niño desnudos, con un arpa y todo tipo de instrumentos de cuerda desparramados por doquier. En el fondo de la sala, a la izquierda, un grupo de gente a lo lejos con instrumentos también. Un ciervo grande en el centro de la escena, como aquel animal sigiloso alerta a los sonidos. Seguro obra de Jan Brueghel y un loro parlanchín.

En “Gusto”, como es de esperarse, un gran banquete, opulencia en exceso, animales muertos a modo de festín por doquier. Una mujer en el centro de la escena acompañada por un hombre que le sirve agua de un jarrón.

En “Olfato” una escena plagada de flores, perfume por todas partes. Un perro sabueso, una zarigüeya y unos pavos reales detrás de la escena alimentan el tema que los convoca.

Y por último “Tacto”, en donde una mujer y un niño se besan piel a piel y en contraste con ese sutil acercamiento armaduras, hierro y frialdad por todos lados.

Una magnifica alegoría, un trabajo de años, lleno de sutilezas, detalles y técnica.