“Lacoonte y sus hijos” es una magnifica e imponente escultura helénica que nos muestra el trágico desenlace de un hombre castigado por los dioses por decir la cruda verdad. Laocoonte se bate en una dura batalla cuerpo a cuerpo contra las serpientes, que aparecen feroces y terriblemente fuertes para atacarlo a él y a sus dos hijos. Una escena trágica, donde se vislumbra toda la intensidad emocional de un hombre que se enfrenta no sólo a su propia muerte, sino que también al sufrimiento y muerte de sus propios hijos.

La mitología griega cuenta que Laocoonte era el sacerdote de Troya cuando los aqueos le ofrecieron como obsequio a los troyanos su famoso caballo de madera. Laocoonte, quiso disuadir a Príamo de aceptarlo y propuso quemarlo. Pedirle a los Dioses y en ofrenda ofrecerles un toro. Pero los Dioses, que en realidad ansiaban que Troya fuera aniquilada, mandaron en represalia dos serpientes a matar a Laocoonte. El pueblo entendió esto como una señal y aceptó el caballo.

Laocoonte es un padre que se bate con toda energía y vivacidad ante las fieras. En el suelo, ya lejos, quedan sus vestiduras de sacerdote. Queda tras ese rol y hoy enfrenta su destino. “Laocoonte y sus hijos” forman un trípode desgarrador de una lucha trágica e injusta por decir la verdad. Los dioses los engañaron y el pueblo les dio la espalda. Cada musculo, vena y gesto es realizado con gran detalle y expresión. Todo en esta obra busca acentuar la tragedia y la lucha de sus personajes.

Esta escultura fue aproximadamente en el año 170 aC y se le atribuye su autoría a Polidoro de Rodas, destacado escultor griego hijo de Agesandro, quien colaboró también en esta obra. Hoy se encuentra alojada en Roma en el Museo denominado Pioclementino. Se trata de una escultura de tamaño real realizada en mármol blanco. Se duda de si en realidad la obra original fue hecha en bronce y era más pequeña. Y esta obra, vendría a ser una copia de ella, costumbre muy practicada en la época.

“Laocoonte y sus hijos” es una de las grandes esculturas clásicas más famosas, por su belleza y por la capacidad que tuvieron sus autores de expresar en aquellos rostros y cuerpos lo trágico de la escena.