“La Virgen con San Joaquín y Santa Ana” es un cuadro que Francisco de Goya el pintor
español, realizó en el año 1774. Para realizarlo utilizó oleos. Se trata de un mural de un gran
tamaño que le fue encargado a este artista para decorar la iglesia “cartuja Aula Dei” de la
magnífica ciudad de Zaragoza.
En esta pintura se puede observar a la familia de origen de la Virgen María. Ella entre
sus padres, Santa Ana y San Joaquín. La Virgen María se encuentra en el medio y por encima,
largando un halo de luz, la paloma, el espíritu santo.
San Joaquín, vestido con sus ropas, su manto y su clásico pelo blanco y barba larga
sostiene su bastón, con una mirada pensativa hacia adelante. Parece, por otro lado, como si
estuviera ajeno a las palabras que Santa Ana pronuncia a Maria. Santa Ana, la madre de María,
quien a futuro se convertiría en la abuela de Jesús, parece concentrada en sus palabras, por
encima de Maria, levemente encorvada y moviendo gestualmente su mano.
La Virgen tiene un trato particular, distinta y llama algo la atención. Ella esta realizada
en menor tamaño, pero no solo por que sea más joven, sino que se la realizo, más baja y
pequeña. Su cabeza incluso es mucho más pequeña que la de sus progenitores. Quizás sean una
manera de destacar a Santa Ana y a San Joaquín, o quizás una manera de mostrarla un poco
aparte de lo ya terrenal.
Por detrás de ellos, un cielo de nubes, en diferentes tonos de color amarillo, acentúan la
escena provocando un interesante juego de luces e invitando a una atmosfera de iluminación y
espiritualidad.
Este gran mural se encuentra hoy preservado en la Cartuja de Aula Dei
un monasterio español en Zaragoza. Este monasterio fue declarado de interés nacional en el
año 1987 y hoy alberga a la una comunidad que recibe el nombre de Camin Neuf.
Francisco de Goya fue dibujante, grabador y pintor y vivió entre los años 1746 y 1828.
Realizó una maravillosa y extensa obra pictórica, entre la cual se encuentran muchísimos
encargos de este estilo y otros cuadros de temas religiosos que supo tratar con el mismo
realismo, delicadeza y espiritualidad que lo hizo con “La Virgen con San Joaquín y Santa Ana”.