René Magritte, uno de los surrealistas más profundos y disruptivos que se conocen. Autor de obras emblemáticas como “The Apple face” y “El fin del mundo”. Su obra característica y singular transporta al espectador a un escenario de quietud, soledad y reflexión. El que observa sus cuadros se queda en estado de perplejidad, como suspendido en el tiempo, como suspendido en un sueño. De figuras sencillas lineales y despojadas su estética pasa más por el pensamiento que por otro aspecto. Y así entre imágenes originales y otras que se repiten a lo largo de sus cuadros y su obra, este pintor surrealista transmite con una imagen mucho más de lo que se cree de antemano.
René Magritte nació en Bélgica en el año 1898. Fue un pintor surrealista por excelencia, aunque también coqueteo con el dadaísmo y el modernismo por momentos. Su obra es extensa, pero sobre todo icónica, siendo muchas de sus pinturas imágenes colectivas que nos acompañan hasta hoy.
“La lámpara filosófica” es nuevamente una obra que deja pensar y como bien lo dice su nombre, filosofar. En él se observa a un hombre de perfil visto en primer plano. Es su perfil izquierdo el que se ve, lo cual es poco usual. De ojos grandes y llamativa nariz, esta se perpetua hasta meterse y encajar perfectamente en una pipa que el mismo está fumando. Este es el primer y gran toque surrealista del cuadro. En segundo lugar, una lampara en realidad una vela, crece enredándose alrededor de una mesa hasta ubicarle prolijamente sobre ella y dar una luz perfecta. Segundo toque surrealista. El tercero y último, alude a el destello tan particular que esta vela, que esta luz, desprende. De ahí surgen pequeñas chispas o un aura.
Esta pintura es una pintura autorreferencial. En ella el mismo René Magritte fue retratado. Con una mirada inquisidora, de desgano o descreimiento parece que el autor nos estuviera diciendo que el pensamiento y la filosofía pueden ser un rumbo sin fin. Que el rulero de ideas sale por la nariz y vuelve a la pipa, y que un filósofo y pensador como él puede quedar enredado en sus propios pensamientos. Por otro lado, al revés, una vela crece y da luz, quizás pueda referirse que, a la vez, ese pensamiento complejo al principio crece hasta tomar forma e iluminarnos. Así de compleja y ambigua es la vida del filósofo diría Magritte.