El “cuadrado negro” es un cuadro emblemático. No se trata en realidad de una pintura, sino de cinco de ellas que encierran un poderoso mensaje futurista o, mejor dicho, supremacista. Distribuidos en diferentes museos del mundo, principalmente de Rusia, estos cuadros albergan entre si una unicidad que es clara. Nacido en el año 1870 en Kiev, Kazimir Malévich viajó a lo largo de gran parte de su infancia a raíz del trabajo de su padre. Con una vida muy arraigada en el campo y en las costumbres campesinas, sus primeros cuadros versaron sobre estos temas típicos de su país natal, Polonia. Que distancia enorme hay entre esas primeras producciones y sus famosos “Cuadrados negros”. Todo un cambio de mentalidad, cultural y artístico operó en la mente de este artista para semejante transformación.

Producto de su amor la naturaleza y por el período que lo enmarca, no ha de sorprender que Kashmir Malévich devenga impresionista en los albores del 1900. Preocupado siempre por representar la naturaleza de un modo fiel, ya empezaba a esbozar un estilo único. Con el impresionismo empezó a conectarse con artistas de su nación como ser Kandinsky quien lo inspiró en esto de encontrar el estilo personal. Y luego para el 1907 en uno de sus viajes pudo conoces a Degas, Matisse, Monet, Picasso y Braque entre otros artistas influyentes de la época. Desde allí Kazimir continuó evolucionando, primero al cubismo y luego al futurismo.

Pero fue su llegada al Suprematismo la que dio origen a este singular cuadro. El suprematismo parte como base reducir el arte a los conceptos más irreductibles, a la forma última y prima. Tanto en el “cuadrado negro” como en otras obras, el objetivo era llegar a la forma más pura para así trazar las leyes del mundo y comprender a Dios. Apuntaba a un público muy especifico y exigente, que cansado de las cuestiones tradicionales del arte buscaba ahora una concepción más profunda de él. Como “cuadrado negro” realizó otras obras. “Cuadrado rojo” “Circulo negro”, cruces, líneas entre cruzadas y demás.

Se conocen otras obras de Kasimir Malévich, como “Paisaje de una casa amarilla” o “Paisaje de una casa de verano”. En todas ellas este artista dejó plasmada su visión particular del mundo y de las leyes que lo rigen, intentando transmitir sus ideas más profundas a través de las formas más reducidas posibles. Dio un paso adelante en lo que respecta al concepto del arte, llevando a la abstracción y al minimalismo a su máxima expresión.