Los primeros pintores argentinos quizás tenían mucho de europeos. Nacidos o descendientes, sea como fuere, estos artistas tenían una clara vocación por marcar el rumbo y los comienzos del “ser” argentino en el arte. Para esto, el gran objetivo era salirse del lugar de conquistados, realzar nuestros aires de libertad, nuestra identidad patriótica, nuestras costumbres argentinas, la escénica misma de nuestro país. Desde la llanura, los árboles, los gauchos, el mate, los caballos, las guitarreadas, nuestras comidas, hasta nuestra alta sociedad, con sus costumbres, vestimentas y tradiciones.

En este largo recorrido, entonces, es imposible omitir a Prilidiano Pueyrredón. Su obra es extensa, en sus pinturas, de gran realismo y refinamiento podemos observar un arte argentino, con nuestros paisajes, grandes retratos y detalles. Este pintor también fue arquitecto. Nació en Buenos Aires en el año 1823 y vivió en una época muy inicial y de cambios de nuestra querida república argentina. 

“Un alto en el campo” es una obra grandiosa de Pueyrredón. Realizada en el año 1861 este óleo sobre tela representa una escena con varios personajes típicamente argentinos. Por un lado, bajó la sombra de un gran ombú se encuentra sentada sobre el suelo una moza, una típica figura femenina. Descansando con un mate en sus manos y un jilguero en su falda. Un peinado semi recogido y un gran vestido de aquella época. Un gaucho se le acerca, se lleva la mano al sombrero a modo de saludo. Todo parece indicar que quizás, cortésmente este gaucho salude a su patrona, le traiga algún mensaje o le venga a decir que su caballo esta ensillado, listo para partir. Por detrás de esta escena se vislumbran otras figuras, con sombreros, a caballo y otros de pie. ¿Será un grupo de acomodados amigos listos para salir de viaje a cabalgar por el campo de esta señorita?

En esta escena, Prilidiano Pueyrredón condensa mucho de nuestra sociedad, nuestras figuras, nuestras costumbres, nuestros modos y nuestros días en aquella época. Otras grandes obras fueron su legado aparte de la recién mencionada. Imposible no mencionar el retrato de “Manuelita Rosas” con su gran vestido colorado o el de “Elvira Lavalleja de Calzadilla” o “Las Bañistas del Río Lujan”.  Todas sus obras se atesoran y constituyen un gran legado para el arte argentino, pero también para nuestra historia y nuestro acervo cultural.