Henri Matisse fue, junto a Picasso, una de las figuras más influyentes en la pintura del siglo XX. Lejos de aparentes ambiciones provocativas y revolucionarias, el deseo de este artista era el de un uso distinto del color, liberado de los cánones de la forma y que sirviera como un bálsamo a la mente humana.

La vocación artística de Henri Matisse comenzó tarde. Este artista nació en el año 1869 en Le Chateau Cambresis, al nordeste de Francia. Pertenecía a una familia provinciana de clase meda y se esperaba de él que, al igual que su padre, quedara a cargo del negocio de granos. Había dedicado sus primeros años de su juventud a estudiar derecho en París.

Sin embargo, un detalle muy simple generó un giro inesperado en su historia. Cuando Matisse estaba en cama recuperándose de una apendicitis, su madre le obsequió una caja de pintura. Ese fue el inicio de su carrera, desde allí nunca más dejó de pintar. Al año, se inscribe en la escuela de Bellas Artes de París. A la par que sus estudios universitarios, comienza a frecuentar el estudio de Gustave Moreau, donde conoce a quienes serían sus compañeros fauvistas.

Si pudiera resumirse la obra de Matisse en una palabra esta sería: color. Las pinturas que realiza en el año 1905 en Colliure inauguran lo que se conoció desde allí en adelante como el período fauvista. El fauvismo, les fauves, termino que alude a las fieras, tiene una relación directa con el uso preponderante del color. Este vale por sí solo, sin importar el objeto en cuestión. El color como protagonista, fuerte, saturado y pleno, independiente del objeto retratado. La arbitrariedad del color fue la bandera fauvista y nadie como Matisse llevó este estandarte tan en lo alto. 

Así Matisse inicia un camino claro en su obra artística y este color como protagonista se puede ver claramente en obras como: “La bonheur de vivre” (1906) y sus paneles “La música y la danza” (1910). Posteriormente, a causa de la primera guerra mundial, se traslada nuevamente a Colliure y Niza, donde su obra, influenciada por Juan Gris, toma un dejo cubista. De allí surgen: “Los marroquíes” o “La lección de piano”. Entre los años 1906 y 1913, surgen obras de odaliscas, telas estampadas y su uso del papel pintado en sus obras, resultado de sus viajes a Marruecos.

Su arte tenía una fuerte vocación decorativa, como sucede en una de sus más conocidas obras: “La danza de Moscú”. Así la armonía de la danza, de la música y de los ritmos se conjugaban para Matisse con la armonía preponderante de la conjugación del color per se. Matisse murió en el año 1954, época hasta la cual pintó si cesar.