El surrealismo es un movimiento que se dio en las artes durante el siglo XX, posterior a la primera guerra mundial, tanto en la literatura, como en la pintura. Es el reflejo de una época cambiante, revolucionaria y abierta a entender la realidad y a la persona de un modo más complejo y definitivamente menos lineal. Surgió inicialmente en Francia y se considera a su mayor impulsor a André Breton, quien en el año 1925 acuña, o más bien, redescribe el término para tal fin: Surrealismo: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.” Entre los mayores antecedentes del surrealismo es posible remontarse al filósofo Heráclito y el Marquez de Sade, hasta pasar por el Dadaísmo y Sigmund Freud.

Con una fuerte raíz filosófica e ideológica, el surrealismo postulaba, por sobre todas las cosas, que hay un nivel de entendimiento del ser humano y de simbolismo que escapa a la razón y a los argumentos de la realidad lógica. Por tal motivo, su conexión con las teorías psicoanalíticas es inevitable. En una época en las que las teorías del inconsciente y del transcurrir onírico eran preponderantes, como una fuerza poderosa y subyacente, invisible, pero notablemente influyente en nuestra vida, nuestra motivaciones, deseos, percepciones y actos. Las artes plásticas, entre otras, tomaron estos elementos para mostrar que la pretendida realidad es una yuxtaposición de elementos casi fotográficos que se mezclan a veces sin guardar motivación lógica o incluso estética, pero que pueden ser generadores de una riquísima interpretación a posteriori, tal como en los sueños y todos los trabajos de Interpretación de los Sueños de Freud.

Todos coincidían en la llamada realidad aumentada, al estilo onírico y en la confluencia de objetos irracionales desde la lógica ilógica pura e inesperada. El hombre empezó a entender, que aun incluso dentro de sí mismo había una lógica y una realidad que escapaba a su dominio y que el comprenderla exigía la necesidad de nuevas leyes. Es que uno de los mas grandes hitos de esa época fue la manera en la que la mente humana, los procesos motivacionales y sobre todo la capacidad creadora fue entendida.

Dalí fue uno de los más grandes e interesantes exponentes del surrealismo. Cabe citar algunas de sus obras en las que se observan la confluencia de estos elementos sin conexión, aparente, alguna: “Los elefantes”, “La persistencia de la memoria” y “Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar” entre otras. Y así como en la vida, en el arte se rompieron muchas barreras y el surrealismo fue un campo propicio para este tipo de pinturas: ilógicas, absurdas, interesantes e inquietantes a la vez. Y es como sucede en la mente humana, cuando un contenido del inconsciente llega a la razón este se fragmenta y se vuelve indescifrable, de lo contrario su significado puro sería muy difícil de comprender y tolerar de una sola vez. Y como en los cuadros de Dalí, toda su carga simbólica va cayendo como a cuentagotas a medida que el observador se detiene en su análisis.