El rococó es un movimiento artístico que nació en Francia y se desarrolló entre los años 1730 y 1760 para luego llegar su fin. De todos los movimientos artísticos el Rococó, sucesor del período Barroco, quizás no sea ni de los más llamativos, importantes o preferidos. Pero su impronta ha dejado una serie de obras importantes que amerita su mención.
Era un movimiento artístico que se caracterizaba por la utilización de colores luminosos y la vez suaves y de tonalidades más bien claras.
Utilizaba figuras inspiradas en la naturaleza, la mitología griega, el arte oriental, los cuerpos desnudos y temas amorosos.
Se lo considera, incluso hoy en la actualidad, como un tipo de arte que apuntaba a lo banal y mundano, que trataba sobre todo temas de la vida cotidiana y las relaciones humanas, y muy alejado de lo religioso. Su prioridad era reflejar en su máxima expresión lo placentero, lo sensual e incluso lo exótico.
Se lo considera a Rubens como el padre del Rococó. La palabra fue utilizada para clasificar este arte, cien años después. Se trata de una término ítalo francés, que conjuga las palabras «rocaille» y «baroque» (barroco), la primera de las cuales designa una ornamentación que imita piedras naturales y conchas de moluscos y la otra a su antecesor por excelencia. El término «rococó» tuvo durante mucho tiempo un sentido peyorativo.
Se originó en Francia, surgió en la corte de Luis XVI y su influencia trascendió fronteras: España, Alemania e incluso América. Su estilo es rebuscado, ornamentado y con mucho uso del oro.
La danza, el canto y el teatro fueron sus tres grandes inspiraciones y esto se puede ver en sus pinturas. Sensuales, expresivas, plagadas de movimiento y expresión. Teatrales, escenográficas y ornamentadas, cada obra es un tributo a las artes dramáticas, casi como si se estuviera observando una obra teatral.
Grandes representantes tuvo este movimiento, que fue muchas veces criticado y utilizado despectivamente pero que representa a una época y que, en su estilo, muy propio, supo ser creador de grandes obras. Cabe aclarar que este movimiento artístico tiñó muchos aspectos, la arquitectura, la decoración, los muebles, la pintura, la escultura y hasta la música.
Desde el mobiliario, grandes ebanistas franceses fueron dando origen a muebles y tapicería caracterizada por curvas, lustres y arabescos de todo tipo. Desde la arquitectura, Jean Courtonne y Robert de Cotte, son sus dos más grandes representantes en Francia y, desde la pintura, imposible no mencionar a Jean-Antoine Watteau y a y Jean-Honoré Fragonard, dos maestros del periodo.