A lo largo de los siglos la vida privada se ha visto colmada y atravesada por el arte. Desde la indumentaria, las máscaras, lo objetos y ornamentos, los cuadros, esculturas, vitrales y hasta la misma arquitectura que conformó las viviendas y jardines. Una de las más grandes muestras de arte que hoy se preservan es el castillo, o palacio que se conoce con el nombre de la “ciudad perdida”. Situado en China, en la ciudad de Pekin este palacio es una muestra viviente de arte oriental.
La Ciudad Prohibida es un magnífico palacio que se construyó en Pekín hace ya seiscientos años. Quien era emperador en ese entonces, Yongle, decidió ostentar su posición construyendo este suntuoso palacio para sí, que a partir de ahí fue morada de sucesores emperadores. Su tamaño es descomunal, esta conformado por 980 templos, habitaciones, pasillos, pabellones de todo tipo y se caracteriza por gigantescas puertas delicadamente ornamentadas, repletas de detalles y originales ventanas.
El nombre, la Ciudad Prohibida, proviene de un hecho muy sencillo, solo el emperador, sus familiares y cortesanos podían ingresar al recinto. Motivo por el cual quedaba vedado, prohibido, para el resto. Su interior deslumbrante, era un enigma. La ciudad prohibida es un desde ese entonces e incluso hoy, un centro importante de cultura, alojaba más de un millón de obras de arte de todo tipo. Pinturas, esculturas, grabados, jarrones, vasijas, tapices, alfombras, etc…..
Muchas particularidades distinguen a este palacio. El uso constante del dragón, símbolo fundamental del poder imperial chino, aparece en jarrones, pinturas y diversas tallas a lo largo del palacio.
La entrada, esta custodiada por dos monumentales leones de bronce, que aumentan su belleza e imponencia. Otras esculturas de bronces como el de una tortuga y el de una garza del mismo tamaño se encuentran en el palacio, simbolizando la suerte y longevidad. Campanillas de bronce ubicadas estratégicamente en diferentes puntos del palacio tintineaban constantemente cada vez que el emperador participaba de las ceremonias y saludaba solemnemente desde las escalinatas. El reloj de sol, situada en la entrada del pabellón principal representaba el poder supremo del emperador, quien “regía el tiempo”.
Así este palacio es en si una verdadera muestra de arte, un centro arquitectónico, una muestra viviente del arte chino y de las costumbres de una época. Con su estética, sus detalles, sus materiales tan típicos nos permite retrotraernos a aquella época del imperio chino.