El muralista mexicano que sintetizó tradición y estética

Rufino Tamayo

Rufino Tamayo fue uno de los más conocidos muralistas mexicanos. Perteneciente al grupo que dio origen y entidad al primer movimiento de muralistas, allí por los años cuarenta, fue cultivando un estilo único de hacer arte y de darse a conocer en el mundo. Su obra fue una síntesis perfecta entre las influencias más tradicionalistas e incaicas mexicanas, el espíritu socialista de la época y los cánones estéticos que empezaban a llegar disimuladamente desde Europa. Un artista, pintor y muralista de excelencia que en su estilo propio y singular dejó un legado de valor incalculable para su país natal, México, y para todo el arte latinoamericano.

Su vida 

Rufino Arrellanes Tamayo fue conocido por su gran capacidad artística. Nació en el año casi al finalizar el siglo XIX, en el año 1899. Nacido en la ciudad de Oaxaca, las influencias mexicanas siempre estuvieron muy fuertes en su vida. Es cuando se muda a México DF que descubre su pasión por el arte, el arte monumental y la arquitectura en general. Pero los estudios en Bellas Artes, estudios universitarios, le permiten llegar a la conclusión de que él no terminaba de encajar. No estaba de acuerdo ni se sentía cómodo ni con el clima de la universidad ni con la forma de enseñar. Quería ir un paso más allá y lo logró. Enseñó por más de veinte años en una universidad de la ciudad de Nueva York. De ahí se empapó de otro tipo de arte, de influencias europeas. 

Su estilo

Fue justamente al regresar de los Estados Unidos que Rufino Tamayo logra integrar sus dos grandes influencias: la mexicana y la estadounidense. Nada le podía borrar su ADN, pero tampoco podía olvidar lo capitalizado las últimas décadas de su vida. Por tal motivo, es allí cuando se inicia con el muralismo propiamente dicho y empieza a realizar obras como, por ejemplo: Dualidad, El borracho feliz y Perros.

Dualidad

Dualidad es sin duda una de las obras más bellas y características de Rufino Tamayo. En ella se observa a un tigre batiéndose a duelo con una serpiente emplumada. Parece como si estuvieran suspendidos en el aire luego de haber realizado un salto mortal que los confronta cara a cara. Por un lado, el verde de la serpiente, por el otro el amarillo del tigre. Ambos unidos por una gran boca abierta y repleta de dientes. El cielo de fondo también acompaña este contraste.

Esta obra sintetiza a la perfección el espíritu y el estilo de su autor, una obra colorida, cautivante y con fuerza.