Berenice Abbott es una reivindicación del New York Style. Esta fotógrafa nacida en Pensilvania se caracterizó por tener un estilo único y por, a pesar de lo difícil que le fue abrirse paso en el mundo del arte, lograr un sello propio y ser reconocida por ello.  Independiente, aguerrida y tenaz, se abrió paso en un arte todavía mayormente dominado por hombres en un momento de la fotografía aun en blanco y negro.

Originalmente nacida en Pennsylvania un verano americano de 1898 tuvo una infancia sinuosa pero no por ello difícil. Criada por su madre, supo encontrar en la formación académica y el trabajo un lugar seguro y placentero de progreso. Por tal motivo, con apenas 21 años, dejó su país donde había concluido sus estudios en Bellas Artes y viajó a Europa, para moverse itineraria mente entre Berlín y París. En estas dos grandes ciudades, esta, en aquel momento, escultora, supo ir encontrando trabajos que le permitieran vivir de su escultura a la vez que irse formando en materia artística.

Por tal motivo puede decirse que Berenice Abbott fue aprendiz de, ni más ni menos, Man Ray, Marcel Duchamp y otros grandes maestros dadaístas. Así, con el correr de los años, y a pesar de haber permanecido varios años bajo penurias económicas y sin conseguir un trabajo estable, es que Berenice Abbott logró formarse como fotógrafa. 

Así, con el correr de los años y ya de regreso a nuevo york, supo ser la gran fotógrafa de retratos, de famosos y celebridades. Realistas, directos y al llano, supo captar la esencia de cada uno de sus retratados y transmitir la fuerza y singularidad de su personalidad. Así, con cada rostro retratado iba mostrando al mundo la esencia del alma neoyorquina. Pero muchas de sus imágenes también permitían denunciar y mostrar muchas de las miserias sociales, la pobreza, las penurias y el abandono de la vida en la gran ciudad.

Por otro lado, en los años 30, la ciudad iba mutando a pasos agigantados. El crecimiento, la industria, el consumismo, los movimientos urbanísticos y la densidad demográfica en aumento iban haciendo que el tradicional nuevo york fuera cambiando. Por tal motivo, esta artista se propuso a través de su lente retratar el paso del tiempo y a la vez preservar aquello que sabía que indefectiblemente iba a ser borrado. Su obra hoy constituye un legado invalorable de la vida americana en aquella década.