Un héroe español vuelto leyenda a través del arte

El Cid Campeador fue una figura importante dentro de la historia y el folklore español. Sus hazañas inspiraron todo tipo de obras de arte, desde la pintura, la escultura y las letras.

¿Quién fue el Cid Campeador?

El Cid Campeador se llamaba en realidad Rodrigo Diaz de Vivar. Es considerado para los españoles como una figura clave de su historia y a la vez una leyenda pues fue una figura militar con una elevada presencia y participación durante las batallas que se dieron España para la emancipación del reinado. Algunos lo identifican más como una figura que operaba a su suerte pudiendo batallar indistintamente para españoles o musulmanes según fuera conveniente para sus propósitos. Pero lo cierto es que esta figura de principios de los años 1000 inspiró luego varias obras de arte. La más conocida: Poemas del Mio Cid y luego infinidad de ellas, en artistas como Francisco de Goya.

Poemas del Mio cid

Los poemas del Mio Cid son también conocidos como El cantar del Mio cid es un clásico en la literatura española escrito por el año 1200. Si bien su autor es anónimo, estos poemas reunidos en esta gran obra maestra cuentan las hazañas militares del Cid Campeador. Escrito en español antiguo, este manuscrito es importante porque es considerado la gran primera obra de poemas tan extensa en la literatura española.

Francisco de Goya y Lucientes: El Cid Campeador Lanceando otro toro

Esta sutil obra de Francisco de Goya se encuentra expuesta en el Museo del Prado de la Ciudad de Madrid, un museo único que por cierto atesora muchas obras de este artista. En esta pintura, en realidad aguafuerte del año 1814, Goya decidió retratar al Cid Campeador vestido con su clásico traje elegante y con un sombrero al estilo galera coronado con una gran pluma blanca. Se encuentra montado sobre un fuerte corcel, quien entabla una. Desde allí, a las alturas, el Cid Campeador arrojó una gran lanza que penetró totalmente al pobre animal. La obra de Goya muestra justamente el momento de la conquista del Cid sobre el toro, en una continuidad de trazos finos y continuos que dan detalle y movilidad a la obra. No se observa ningún paisaje, ya que lo único en lo que se centra esta obra es en esa feroz batalla que esta representada en un primer plano.