Los retratos y autorretratos han sido objeto de estudio de numerosos artistas a lo largo del tiempo. Fue una manera de estudiar y de estudiarse, de darse a conocer, de expresarse, de transformarse. Y como todo en la pintura, esta temática fue sufriendo cambios a lo largo de los tiempos. Cuando se piensa en retratos es menester hacer referencia a Vigée-Lebrun, una de las más grandes retratistas de todos los tiempos, poseedora de una técnica y personalidad única.

Marie Louise Élisabeth Vigée Lebrun fue una de las más conocidas retratistas de su época, siglo XVIII y la principal retratista de Maria Antonieta. También fue retratista de la monarquía italiana y la rusa durante sus años de exilio. Marie Louise vivió casi cien años, nacida en el año 1755 en París desde muy pequeña pintó, arte que heredó de su padre. Pero ese falleció joven y Marie Louise se emancipó joven de su casa por no tener buena relación con su padrastro. Luego de un matrimonio poco feliz con el artista Pierre Lebrun, la artista mostró poder hacer frente a su vida, el cuidado de su hija y su carrera exitosamente. Dejó tras su legado más de 900 obras hoy expuestas en varios museos del mundo, siendo la principal retratista de muchas monarquías y nobles. Vigeé Lebrun fue famosa por su gran capacidad artística, sus retratos eran únicos y de un nivel poco superior. Pero más de ello ella se convirtió en un icono para su época.

Una de sus más emblemáticas pinturas es “Autorretrato con sombrero de paja”, pintado en el año 1872 y expuesto hoy en la National Gallery de Londres. Tal como lo muestra este autorretrato, ella encarnó los ideales del feminismo y la expresión de artistas y mujeres. Tal como en su obra ella se muestra frontal, alegre, espontánea y colorida. Orgullosa de su femineidad y de su condición de artista. 

En esta obra se presenta en un primer plano, llevando un sombrero de paja cubierto por coloridas flores coronado con una gran pluma. Los diferentes géneros de su vestido contrastan al igual que sus colores. Lleva un escotado vestido de raso color salmón, con un cuello que le rodea de gasa plisada. La rodea una organza translúcida negra. En su mano una paleta con colores al óleo, haciendo referencia a su principal actividad. La artista logra un acabado uso de la anatomía humana, de las luces, las sombras, los colores y las texturas. Se trata de un retrato realista, pero que no termina en ello sino cuyo principal objetivo es expresar la esencia más íntima del retratado, en este caso ella misma.