Esta magnífica escultura realizada en el año 1600 por Stefano Maderno se encuentra hoy en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Es un mármol 131 cm. En una época de mucho rebuscamiento, las obras eran muy recargadas. Plagadas de seres imaginarios, nubes, detalles recargados, ornamentos, etc… Esta escultura llama la atención porque contrasta con lo que estaba de moda. Una obra maestra que trae refinamiento y sencillez a la vez. Una estatua de una santa que aporta silencio, belleza, delicadez, sufrimiento, etc.

Santa Cecilia fue una de las llamadas “esposas de Cristo”, tremendamente torturada, sufrió mucho y murió tres días después. Cuatrocientos años más tarde, se encontró su cuerpo intacto como se la ve en esta estatua. Una obra cargada de simbolismo con su pureza, sufrimiento y martirio y el milagro de haber encontrado su cuerpo intacto. 

Se trata de una escultura bellísima, casi teatral. Como si se estuviera observando a una joven caída en el escenario de un teatro, parece sufriente mas que muerta. La marca de la tortura en su cuello. Los huesos tocan el suelo, su corazón en pedazos y las heridas de su cuerpo no representan su dolor interno. Siempre elegante y con gracia. Madura, digna y con la cabeza en alto. El sudario delicado, las manos expresivas y que indican la Trinidad. Los brazos que caen relajados. Su cuello tiene la marca de su tortura. Su pelo cae delicadamente, su frente toca el suelo como en un símbolo de humildad, que se deja morir en manos de Dios. 

La estatua emana silencio. Nos lleva al respeto, al no invadir y a preservar su oración y su partida. Es una escena dramática, triste y que hipnotiza. Ella es la Santa patrona de los músicos, que podía escuchar los cantos sagrados de los cielos y los ángeles y que en este silencio muere en paz. Stefano Maderno captó la más verdadera esencia de esta santa y de su profundísima relación con Dios.