Samo es el nombre con el que se autodenominó y con el que llegó a la fama Jean-Michel Basquiat. Este artista neoyorquino supo hacer de su street style, de su vida en las calles y de sus grafitis toda una marca personal. Hijo de un contador y de una diseñadora gráfica, tuvo, sobre todo por parte de su madre, gran estimulación en el arte. Pero el divorcio de sus padres hizo que su vida comenzara una serie de pasos fallidos. 

Nacido en 1960, y con antepasados de Haití y de Puerto Rico, lo cierto es que este niño genio, tenía de genio lo que de rebelde, ya en su juventud fue expulsado de su escuela por rebeldía y de allí comenzó su vida en la calle, en lugares abandonados y rodeado de drogas. Subsistía de vender objetos y remeras pintados por él, y ese amor por el arte lo empezó a volcar en objetos y en los grafitis.

¿Cómo un artista joven con esta historia de repente dio un giro y se volvió famoso y reconocido? Es todo un enigma. Pero de la noche a la mañana saltó a la fama. En el “sello Basquiat” se ven líneas bien marcadas y de símbolos únicos que lo representan como por ejemplo “la corona”. Es considerado un neo expresionista o, como muchos lo llaman, “el Van Gogh estadounidense”. Basquiat ayudó a popularizar el arte urbano, logró algo imposible de pensar en su momento como llevar el graffiti a las galerías de arte de todo tipo. Con su acenso, el arte callejero comenzó a ser tenido en cuenta como tal. 

Aunque muchos sostienen que este neo expresionismo sobre el que se basa no es más que un apodo para justificar que se ha convertido su obra en un bien de consumo, una mercancía vendida por miles y miles de dólares, como si de una moda se tratara. Algo efímero. Casi cien obras se han vendido en subasta en más de 5 millones de dólares y sus ventas anuales rondan los USD 500 millones. Ha realizado infinidad de obras: oleos, pinturas, acuarelas, grabados y objetos intervenidos.

Pero su vida fue corta y murió en el año 1988 por una sobredosis de cocaína. Gran amigo de Andy Warhol, amante de Madona, su persona y su obra fueron enigmáticas y atrapantes. Impactó en el mundo del arte neoyorkino y mundial y fue u gran representante de la juventud muchas veces relegada. Sus colores, sus líneas, sus mensajes profundos pero críticos muestran aquella personalidad genial y oscura a la vez. Samo, el rey del grafiti callejero. Su muerte se produjo en 1988.