El título original de este obra es, Mademoiselle Romaine Lacuax. Se trata de un óleo sobre lienzo de un tamaño de 81 x 65 cm que fue obra de Pierre- Auguste Renoir. Hoy forma parte de la obra colectiva del Cleveland Museum of Art, Estados Unidos.

Según los historiadores, esta pintura de corte impresionista, habría sido realizada por Renoir justo antes de trasladarse a Fontainebleau con el objetivo de pintar en medio de los bosques y naturaleza de lugar.

Antes de su partida junto a Manet, gran inspirador en su obra, y con el objetivo de recaudar dinero, habría realizado en retrato de esta niña. Con un uso preponderante de las luces y las sombras como buen impresionista, Renoir pone en escena a esta pequeña niña, que se cree tendrá unos siete u ocho años aproximadamente. Sentada en una silla de madera marrón, en un lugar central. Se encuentra vestida con un vestido apropiado para su edad de color gris y breteles, una camisa blanca plagada de volados y encajes. Enmarcan su rostro unos pendientes rojos que cuelgan de sus orejas y que combinan con el rojo de sus labios y las flores que sostiene entre sus manos y se apoyan sobre su falda. Nada en la escena se destaca por su nivel de detalle, al fondo, a la derecha de esta niña, unas bellas flores, de varios colores, se mezclan entre sí y se difuminan.

Es su rostro, sin embargo, el gran protagonista. Fino, delicado, preciso y ahí sí, repleto de detalles. El pelo hacia atrás sujetado con una bincha que no se llega a ver, deja al descubierto cada centímetro de su cara, desde el mentón hasta la frente. Sombras y luces van dando forma a la expresión de la niña, a la que si bien se la ve firme y estática para el retrato, se le notan la frescura y la gracia infantil. De rasgos delicados, aniñados, una pequeña nariz que contrasta con grandes ojos redondos y profundos. Enmarcados por sus cejas cuidadamente trazadas y los labios bien pintados de rojo.

Se cree que este es uno de sus primeros grandes retratos en los que Pierre-Auguste Renoir se empieza a mostrar ante el mundo y el ambiente artístico como el gran retratista que fue. Renoir logró con la profundidad de estos ojos, fijos, estáticos expresar toda la jovialidad de una niña de aquella época. Simplemente con el uso muy delicado de la luz y el detalle, quienes serian sus grandes aliados de por vida.