Hay dos puntos centrales en la obra de Joaquín Sorolla que merecen ser tratados puntualmente. Este pintor español, nació y murió en España y vivió entre los años 1863 y 1923. Dejando tras si una obra muy prolífera fue un artista que supo manejarse y desenvolverse muy bien en el mundo artístico, logrando él mismo dar a conocer su obra en vida y obteniendo así la fama y el dinero que siempre quiso.

Es sabido que su historia tiene un comienzo trágico ya que sus padres mueren de cólera cuando el era muy chico y es una tía quien lo cuida, quien nota su talento y lo incentiva a seguir el camino del arte.

El fue catalogado como un pintor impresionista o postimpresionista. En una época, sin embargo, donde la experimentación era la norma, él en cambio registraba la “realidad” tal cual la veía y detallando todo lo que en ella veía.

En sus cuadros ni hay imaginación ni proyección, no hay exploración ni nada librado al azar, sólo mucha técnica y una memoria extraordinaria para mantener todo en su mente y luego plasmarlo, casi fotográficamente.

La luz era el tema principal en la mayoría de sus cuadros. Retratando escenas de la vida cotidiana el pintaba básicamente lo que sabía iba a tener aceptación en el público y en las principales galerías del mundo.

Su capacidad para trasmitir la luz era tal que a través de ella era capaz de relejar matices, el movimiento del agua, de las olas, de la ropa, la textura de la espuma, etc….

Y entonces, en su obra, realidad y luz se conjugan de manera magnífica. En obras como “Otra Margarita” (1892) una señora condenada por haber matado a su hija en donde él pintó lo que vio, la tragedia, la tristeza del juzgado, etc…. “La herencia triste” (1899), otra obra enormemente premiada, niños semidesnudos en el momento que entran al mar mientras los cuida un monje.

Nuevamente la luz que envuelve a todos. Este cuadro representa a niños con polio, con una mezcla de dolor y alegría, en la medida que se esfuerzan para llegar al agua. 1904 “La niña cerca del mar” (1804), un óleo sobre tela donde la luz y el mar son protagonistas.

Luz, reflejos y claridad del sol y el blanco con todos sus matices. El blanco con elegancia y luminosidad al punto que se puede sentir el calor que hay en el cuadro. El reflejo de la luz sobre el agua, el mar y el movimiento de las olas. 

Sorolla era consciente de la luz y sus efectos visuales y fue capaz de explotarlo al máximo para transmitir las realidades más cotidianas y diversas de su época.