Kandinsky, el pintor ruso nacido en Moscú en el año 1866 es considerado, ni más ni menos, el padre del arte abstracto y precursor del expresionismo. Habiendo estudiado Derecho y Economía en la universidad de Moscú, este agudo y brillante teórico se volcó enteramente al arte una vez cumplido sus treinta años. Se casó en tres ocasiones y viajó por todo el mundo impactando con su obra, su conocimiento teórico del arte y su estilo singular. Ruso, ciudadano alemán y francés, este polifacético pintor reflejó en su arte gran parte de este eclecticismo.

Como todo en su vida su obra fue mutando, y si bien no todos sus períodos o momentos artísticos reflejan el abstraccionismo puro él es sin dudas quien inicia esta nueva concepción del arte. 

Para Kandinsky, el arte era una expresión perfecta de la comunión entre el artista y el espectador. Con fuerte raíces teológicas, su pintura apunta al uso de tres elementos nucleares: el color, la forma y la línea. Para este artista, la psicología del uso del color lo era todo pudiendo expresar por sí solo más cosas aun que la forma. El punto, las líneas y las formas geométricas, en yuxtaposición con los colores eran el puntapié inicial desde donde partía este artista. Para él el simbolismo del color y su uso era lo más importante e impactante del arte, la forma incluso a veces podía perjudicarlo. Esto fue el punto central del movimiento abstracto: la línea y el color por sobre cualquier figurativismo. El simbolismo, la proyección y la libertad de la libre interpretación.

Entre sus obras más significativas se puede pensar en pinturas radicalmente muy distintas entre sí, que reflejan cada una las etapas de este artista en las que siempre brindó un uso único del color y la estética. Desde “El Jinete Azul” (1903) en donde se aprecia un uso intenso de los azules y con una figura difusa de un jinete en movimiento. En este cuadro ya el espectador tiene un rol activo en la interpretación de la pintura justamente porque lo difuso lleva a la ambigüedad. Figuras que no llegan a ser figuras sino colores que se van uniendo. Con obras como “Fuga” (1914) y el “El blanco” (1923) el movimiento abstracto llegó con Kandinsky a su máxima expresión. Con la mezcla de formas geométrica, líneas, el color y el simbolismo en su máxima expresión. Su estilo finalizó con obras como “Cielo Azul” (1940) en donde figuras amorfas, flexibles y diminutas contrastan con fondos más plenos dejando a la libre interpretación del observador y a la vez plasmando a través de esos colores mucho de la psicología de su autor.

Un arte más conceptual, menos sujeto a las formas, pero por sobre todo más libre fue el legado de este artista.