Ernesto Sábato fue sin duda un hito en la literatura universal, sobre todo, en la literatura española. Fue quien con su sensibilidad y pericia supo describir y abordar los temas más profundos de la condición humana: desde la soledad y la esperanza, hasta el sentido de la existencia, la muerte y Dios.

Su obra, sus relatos interminables e incluso sus discursos hicieron que fuera valorada su figura pública entera, más allá del escritor. 

Nació un frío día de invierno argentino, un 24 de junio de 1911 en Rojas. Su infancia fue un tanto solitaria, a pesar de haber sido el décimo hijo de once hermanos. Su nombre, Ernesto, era el nombre de su hermano que lo antecedía en edad pero que murió antes qué el naciera. De personalidad temerosa y retraída, esa sensación de cubrir el espacio vació dejado por un hermano fallecido lo acompañó lógicamente durante toda su vida. Brillante y curioso, supo adentrarse a la literatura en sus primeros años de colegio. Cuando se hace un seguimiento de la formación de Sábato se termina por comprender en su totalidad la manera en la que elabora estos temas tan centrales de su obra. En 1929 ingresó a la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas de la Universidad Nacional de La Plata, casa de estudios donde se doctoró ocho años después. Hombre reservado, pero con enormes convicciones políticas, sociales, morales y religiosas, formó parte activa del movimiento comunista, el cual abandonó años más tarde luego de percibir incongruencias en su lógica. Su vida estuvo marcada por crisis y depresiones, pero lo cierto es que estas crisis de las que luego salía le permitieron finalmente abrirse paso del camino de la física para dedicarse a la literatura.

Ernesto Sábato fue escritor y ensayista, a la vez que físico y pintor. En esta personalidad tan rica supo regalar al mundo tres obras fundamentales: “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón el exterminador”. En ellas, sobre todo en el Túnel, que fue la primera, Sábato tuvo que sortear varias críticas, pero una vez que su obra salía a la luz era cada vez reconocida y aclamada. Su mujer, Matilde Richter, fue quien insistió en que la novela no sucumbiera a las llamas, ya que muchas veces, lo que el escribía durante la mañana, moría en el fuego por las noches. En estas tres obras maestras, con pericia, soltura y sagacidad, retrata la profundidad del ser humano como pocos en todos los temas mas profundos y sensibles que nos definen como seres de razón. Por tal motivo fue galardonado al premio nobel de literatura.

Murió en Santos Lugares a los 99 años, tiempo en que ya casi sin vista se dedicaba a otra de sus pasiones, la pintura. “El destino siempre nos conduce a lo que teníamos que ser” diría Sábato al final de sus días.