Animales especiales si los hay. El gato nos ha acompañado a los humanos desde hace miles de y miles de años. Celebrado o repudiado según la cultura, no se puede obviar que el gato como animal de compañía es algo de gran valor para la vida humana. Sigilosos, elegantes, enigmáticos, refinados, picaros, vivaces, agiles, ocurrentes, alegres, cazadores o juguetones, salvajes o domésticos, cariñosos, compañeros, leales o independientes e inaccesibles. En todas sus facetas y formas, pero intrínsecamente ligados a nosotros, no es de sorprender que puedan tener un capitulo aparte en la historia del arte, o en la historia de la pintura.

Su mayor devoción vino de la mano de los egipcios, cultura que los veneró como pocas. Otras como los chinos realmente los repudiaron. En la pintura el gato fue plagando escenas de innumerables artistas, desde Velázquez, hasta Renoir, Goya o incluso Steinlen con su mítico Cartel del Cabaret Chat noir.

Tal es la importancia que este pequeño felino ha tenido en la pintura, que en el año 1990 en la ciudad de Ámsterdam se decidió abrir un museo que albergara solamente pinturas que retratan gatos o escenas con gatos. No es de sorprender la cantidad de artistas famosos que visten las paredes de semejante lugar: Manet, Picasso, Toulouse Lautrec, Goya, Rembrandt, entre otros. 

Una de las escenas más tiernas es “Retrato de Julie Manen” el año 1887. En el se observa a una niña, sentada, protagónica, abrazando a quien se supone es su gato. Apoyado en sus piernas, el gato transmite alegría, ternura y frescura. Muy distinto a los gatos de Goya, en “Riña de gatos” en donde el artista muestra a estas criaturas en su costado más salvaje, agresivo, territorial y nocturno.

Pero de todas las obras de gatos, el cartel del cabaret chat noir es sin duda el más emblemático y conocido de todos. Realizado por Steinlen, aquel gato negro, aun retratado, es verdaderamente enigmático, con su pelaje negro y sus grandes ojos amarillos observándonos de frente nos dejan en pausa, mirándolo atónitos sin entender que hay en este animal tan pequeñito que nos transporta y nos deja suspendidos como en una realidad intermedia.