Pintar es plasmar sobre el lienzo la técnica y la estética, y también gran parte del mundo interior y los intereses del artista. Si bien muchos pintores contemporáneos se ocuparon de escindir esta conexión, Edward Hopper fue un defensor de esto: “El buen arte es la expresión exterior de la vida interior del artista, y su vida interior resultará en su visión personal del mundo. La vida interior de un ser humano es un campo vasto y variado y no se ocupa solo de estimulantes disposiciones de color, forma y diseño”.

Edward Hopper (1882 – 1967) nació, vivió y murió en los Estados Unidos y  fue célebre sobre todo por sus cuadros que retrataban en primer plano la soledad en la vida estadounidense contemporánea. Es considerado uno de los pintores de la escuela Ashcan. Tuvo varias influencias en su carrera artística. Pero a grandes rasgos puede decirse que heredó de Kenneth H. Miller, el gusto por la pintura nítida, limpia y con una composición espacial ordenada y de Robert Henri, una pintura despojada del peso de las normas académicas. Así fue como este artista fue sembrando un estilo sencillo y expresivo a la vez, armonioso y a la vez con un particular juego de luces y sombras. Muchas escenas de vida interior, que ponen en primer plano un tema tan profundo como el de la soledad.

Autor de numerosas acuarelas y oleos, fue considerado uno de los pintores realistas estadounidenses más desatacados de su época. Sumado a su capacidad estética estaba su capacidad casi poética de expresar los lugares, objetos y personas. A través de las imágenes de vida interior cotidiana, urbanas y rurales, este artista logra proyectar en el espectador un sentimiento de distanciamiento con respecto a las personas y al tema central. La composición geométrica, el cuidado uso de luces (frías e intencionadamente «artificiales») y la bien lograda síntesis de los detalles favorecen la sensación de soledad que generan sus obras. Sus escenas, casi siempre desiertas, en los que no suele haber más de una figura humana y, cuando hay más de una persona, lo que se destaca es la alienación y la falta de comunicación entre ellas- 

Era metódico en sus trabajos, que eran resultado de mucho estudio y bosquejos. De tanta reflexión surgieron estas grandes obras. Una personalidad solitaria, taciturna, reflexiva y agradable a la vez. Supo expresar en su trabajo un tema tan esencial y tabú de la vida humana: la soledad moderna. Complejo, sofisticado y sencillo a la vez, así fue su estilo, casi como el tema que retrata.  Algunas de sus obras que fueron y son emblemáticas: “Nighthawks” (1953), “Muchacha cociendo a máquina” (1921) y “La autómata” (1927).