“Cristo en la Cruz” obra también conocida como “Crucificado” es una de las tantas grandes obras maestras realizadas por el pintor español, Francisco de Zurbarán. Esta pintura de estilo barroco fue realizada en el año 1627 en la magnífica ciudad de Sevilla, para esta época el artista se encontraba realizando una gran cantidad de obras para la comunidad de los predicadores de la orden dominicana de San Pablo el Real.

El encargo le solicitaba que realizara veintidós obras y todos estos cuadros los tenía que realizar en menos de un año. Dentro de este marco fue que Zurbarán realizó “Cristo en la Cruz”. Esta obra resultó ser enormemente apreciada por los sevillanos al punto tal el Consejo Municipal de Sevilla le propuso que se instalara en dicha ciudad en 1629.

En esta época, los pintores barrocos buscaban representar a Cristo y su crucifixión con gran realismo, al punto de rozar lo morboso. Buscaban ser representativas al máximo del calvario de la crucifixión de Jesús, aunque esto implicara un excesivo uso de detalles intensos en este punto. 

Un aspecto que se destaca en esta pintura es el del relieve. Se puede observar a Cristo clavado en una rustica cruz de madera, cubierto en un lienzo blanco y drapeado alrededor de su cintura y que se destaca por lo luminoso.

En contraste, los músculos muy marcados y curvilíneos a lo largo de todo su cuerpo, su rostro, cansado, agotado, extenuado inclinado hacia un lado en su hombro derecho. Y en esta escena dramática del sufrimiento insoportable hasta el desvanecimiento se abre otra, la puerta al deseo de una resurrección.

Zurbarán estudió mucho para la realización de esta obra, de la cual realizó varias versiones. Crucificado (1627, Zurbarán), 290 x 168 cm., en el Chicago Art Institute; Crucificado (1634, Zurbarán), 255 x 193 cm., en el Museo de Bellas Artes de Sevilla; Crucificado (1637-39, Zurbarán), 78 x 55 cm., en el Hospital de la Caridad, (Sevilla); Crucificado con San Lucas, 1638, 105 x 84 cm., en el Museo del Prado, (Madrid) y Crucificado (1641-58, Zurbarán), 232 x 167 cm., en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

En todas Cristo refleja su dolor, su abatimiento y a la vez su grandeza celestial. Su cuerpo era representado como un cuerpo perfecto, tal como lo pedían los cánones de la época. La imagen de Cristo mostraba su gloria y su perfección hasta lo último de su vida terrenal.