Benito Quinquela Martín (1890-1977) fue uno de los más grandes pintores argentinos. Sus pinturas, con un estilo personal y único dicen mucho de su infancia, su historia, vida personal y así también de la Argentina. Se estima que nació el primero de marzo del año 1890, fue dejado al cuidado de monjas de caridad y recibió el nombre de Benito Juan Martín. Luego de pasar años viviendo la vida de orfanato, fue adoptado cuando tenía siete años aproximadamente. Se dice que nunca llegó a conocer a su madre biológica. Sus padres adoptivos, los Chinchella (de ahí su apellido Quinquela derivación argentinizada de Chinchella), se dedicaban a la carbonería y lo introdujeron desde edad temprana en esa labor, teniendo que trabajar desde muy pequeño. Esto y su lugar de origen, el puerto y la Boca, se ven plasmados en sus pinturas.

Barcos, puentes, muelles, bolsas de carga, tablones, sogas, chimeneas humeantes y personas trasladando material y trabajando, son muchos de sus típicos retratos de época. Pinturas de colores vividos y técnicas rudimentarias. Usaba la espátula, en vez del pincel ya que no tenía medios para hacerlo de otra manera y a la vez porque era una manera rápida de pintar.

Pintaba velozmente si bien planificaba y pensaba sus obras con detenimiento.  Su camino en el arte se fue haciendo a pesar de su escaza formación. Llegó al tercer grado donde aprendió a leer y escribir y luego tuvo que interrumpir sus estudios para ayudar a sus padres. A pesar de una infancia inicialmente difícil, Benito Quinquela se caracterizó por ser alegre, enérgico y jovial.

A Quinquela le faltaron medios económicos, pero no cariño de sus padres adoptivos. Pareja de inmigrantes y trabajadores que con el ejemplo y otros legados le transmitieron a Benito el poder del esfuerzo y la convicción. Fue así como al llegar sus veinte años y a la par de su trabajo cargando bolsas de carbón en el puerto fue que logro entrar al Conservatorio Pezzini-Stiatessi para formarse durante tres años en arte. Su distancia en formación con respecto a sus pares era bastante, con lo cual tuvo que esforzarse mucho para estar a la altura de las circunstancias. Se dedicó toda su vida al arte, aun cuando se distanció de sus padres y prácticamente tuvo que mendigar para sobrevivir y trabajar de lo que podía.

Su técnica fue siempre sencilla, partiendo de dibujos en carbonilla que luego completaba con pasteles utilizando la espátula. Una de sus más grandes influencias fue Auguste Rodin, el escultor. Por quien, desde sus comienzos, eligió su entorno natural como tema de sus pinturas y se mantuvo fiel a su estilo tan simple. Rodin decía que el arte debía de ser sencillo y que el artista debía pintar su propio lugar. La obra debía entonces fluir con sencillez y naturalidad. Fue así como las pinturas de Quinquela siempre describieron su lugar de origen y permanencia, el puerto, la Boca, el trabajo y el esfuerzo. Una pintura veloz, dinámica, de trazos vivos y agiles que transmitía fuerza, la misma fuerza y vigor de quienes trabajaban cargando el carbón.