El fauvista joven que amó el color

El fauvismo fue un movimiento pictórico único y singular. Amantes del color, era una de las primeras veces en la que este supera y le marcaba el rumbo a la forma. Se rompían con este movimiento los límites impuestos por la sensatez y las líneas, y el color y las emociones asociadas a este empezaban a dirigir la obra y los cánones. Así fue como André Derain se constituyó en uno de los pintores fauvistas más importantes de su época. Otorgó a este movimiento breve pero intenso una gran parte de originalidad y dinamismo, tanto con sus pinturas, sus dibujos y también con su particular forma de ser que le otorgaron al grupo de los fauvistas mucha energía y ganas de hacer y crear.
Su vida
La vida de André Derain tuvo varios momentos agridulces y un final fatídico. Nació en el año 1880 en Gauches y logró hacerse de un gran nombre en el mundo del arte, la ilustración y las obras teatrales como escenógrafo. El fauvismo y las décadas primeras del 1900 fueron su mejor etapa en la que se codeó con Matisse y Picasso, incursionó en el color y en el fauvismo. Fue autor de paisajes, retratos y desnudos. La guerra mundial hizo estragos en su carrera, más allá de haber sembrado una carrera de éxitos, exposiciones y premios y el hecho de que quede asociado a algunos alemanes hizo que posteriormente su carrera desciende en picada. Murió atropellado por un camión en el año 1954.
El fauvismo
El fauvismo fue un movimiento en el que André Derain encontró un lugar para satisfacer sus ansias de expresión y deseo. Fue liderado por varios artistas entre ellos y se caracterizó principalmente por sostener el poder del color y la intensidad por sobre las formas clásicas.
Montañas en la Colliure
Montañas en la Colliure es una obra en la que André Derian expresa perfectamente su estilo fauvista. La época de sus viajes a la Colliure y a Londres fue una época muy productiva en la que realizó sus más famosos paisajes. En este caso, este óleo sobre lienzo muestra como el color es el protagonismo total de la escena. No se ven ni líneas ni contornos, sino el color siendo quien arma la escena y las vistas. Las montañas se encuentran a lo alto del paisaje, imponentes y con colores fuertes. El cielo, el agua y el follaje las enmarcan acompañando ese salpicado armónico de naranjas azules, blancos y celestes magníficos.