El Greco, Doménicos Theotocópoulos, nació en el año 1541 en la ciudad de Canadía, capital de la isla de Creta. Proveniente de una familia griega de religión católica vio en su formación como artista la influencia religiosa, la influencia posbizantina y algo del renacimiento italiano. En esta confluencia surge su estilo artístico, particular y único, donde la religión juega un papel preponderante, pero en donde buscó siempre representar desde lo teológico, lo filosófico y su estética tan personal sus obras. 

Infinidad de ellas pueden ser citadas y que en su gran mayoría se encuentran en la muestra permanente del Museo del Prado, en la ciudad de Madrid. “El retablo de Santo Domingo el Antiguo de Toledo”, “La Trinidad”, “San Benito”, “El retablo del colegio de Doña María de Aragón de Madrid”, “La Crucifixión”, “Pentecostés”, “La Anunciación”, “La Resurrección”, y cada momento trascendental religioso del catolicismo. También dedicó muchas obras a santos, como fueron: “Santiago el Mayor”, “Jerónimo el penitente”, “San Juan el evangelista”, “San Antonio de Padua”, “San Andrés y San Francisco”, “San Sebastián”, etc…Otra serie interesante de su obra es toda la que esta dedicada a los retratos, en los que logra representar con gran habilidad y detalle la esencia de cada persona retratada: “Retrato de un médico”, “Caballero de la mano en el pecho”, “Don Rodrigo Vázquez de Arce”,  etc….

La Anunciación es un temple realizado por el Greco sobre una table, sin firmar. Probablemente fue realizada en Venecia en el año 1570. Se trata de una obra muy pequeña, de 26 cm x 19 cm, lo que hace pensar que quizás no era una obra acabada en sí misma sino un modelo preparatorio para otras cuestiones. No obstante, estudiosos del tema sostiene que en realidad esta técnica y la elección de los materiales corresponden a su procedencia tardo bizantina que le llevó un tiempo dejar hasta llegar al óleo sobre lienzo. 

En esta obra El Greco retrata un tema que lo obsesionó y que retrató muchas veces. Con su estilo busca dar intensidad al tema, a través de la fuerza de los colores y la majestuosidad de las personas. Los ángeles coronan la escena que, desde lo alto, sumergidos en luces casi doradas acompañan al Ángel Gabriel en su anunciación a la Virgen. Los mantos, las texturas y el juego de luces y sombras se despliegan sobre una perspectiva única que lleva a introducirse en la profundidad de la obra en un juego de pisos ajedrezados. Un manejo único de la espacialidad, la anatomía y el conocimiento religioso se encuentran en este magnifica obra.