Mucho se habla de los grandes retratistas argentinos del siglo XIX. Es que fueron grandes figuras que lograron los retratos mas sutiles de una época en donde difícil era obtener una imagen. Pero poco se sabe de las artistas argentinas de aquella época colonial en la que nuestro país estaba en pleno nacimiento. Eran varias mujeres dedicadas al arte, pero es muy poco lo que de ellas se sabe o se ha estudiado. 

Ciudadanos del siglo XIX, con una posición económica muy acomodada que buscaban conseguir a través de estos retratos y retratistas inmortalizarse a ellos mismos, a sus seres queridos o recuerdos. Esto no quiere decir que los retratistas hayan crecido porque no existía la fotografía. Todo lo contrario, la fotografía existía y muchas veces era una herramienta muy valorada por estos artistas. Ya no era necesario contar con el modelo vivo por horas para lograr un retrato acabado y detallado. Una sola imagen les daba la posibilidad de independizarse y de reducir costos también. 

Entre estas grandes mujeres tenemos a dos que especialmente cabe mencionar:  Procesa Sarmiento de Lenoir (1818-1899) y a Josefa Díaz y Clucellas (1852-1917). Con respecto a Procesa Sarmiento de Lenoir, en realidad, toda su vida y su obra merecería un apartado aparte. Aprendió a leer gracias a su hermano Faustino Sarmiento, a quien a lo largo de su vida acompañó en la tarea de enseñar en sus escuelas en San Juan y Chile. Mujer abnegada y aguerrida, siempre se formó en las artes, desde pequeña. Se desempeñó como profesora de dibujo y pinto sobre todo retratos, escenas religiosas y cuadros costumbristas de una belleza única. “Domingo Fidel Sarmiento” (de niño o “Dominguito”) es una obra emblemática de ella. De Josefa Diaz y Clucellas, menos se sabe aún. Si se sabe que su obra fue de avanzada para su época, se la consideró una artista única y gran embajadora de nuestro arte argentino. Lamentablemente, la mayoría de sus pinturas se perdieron. “Frutas” es una de sus naturalezas muertas más conocidas, en donde nos muestra una composición equilibrada, armónica y colorida. La suavidad de los colores se mezcla con una interesante saturación de los mismos, en donde las frutas dispuestas sobre la mesa sencillamente logran atraer con su simpleza y frescura. Josefa también fue autora de paisajes y retratos.

Ambas, Josefa y Procesa, junto con otra gran cantidad de mujeres, supieron formar parte de el primer grupo de artistas argentinos que tanto nos representa.