Si hay tesoros dispersos en el mundo desde lo cultural, los artístico, lo religioso y lo histórico, son las catedrales dispersas a lo largo de diferentes países y culturas. Ellas concentran un valor infinito de arte, estética, religión, y muchísimos tesoros que en todo sentido son invaluables. Representan momentos de nuestra humanidad, concentran y convocan a creyentes y no creyentes. Su análisis es infinito.

Una de ellas es el Duomo di Milano ubicada justamente en Milán, Italia. En castellano conocida como la catedral de Milán se trata de un templo o catedral de estilo gótico que hoy funciona como la sede episcopal de Milán y es un centro muy importante para dicha ciudad y también para sus alrededores. Su valor es enorme por su historia, belleza y por su tamaño ya que es considerada una de las iglesias católicas más grandes a nivel mundial. Se calcula que tiene un tamaño de 157 metros de largo, tan es así que pueden estar más de 300 personas en su interior. Sus ventanas, aparte de poseer una estética increíble, también tienen un tamaño considerable propiciando la entrada de luz, sobre todo en el sector del coro.

¿Cómo es su historia? Esta catedral comenzó a construirse en el año 1386 y fue finalizada casi 30 años después. En realidad, Milán primero tuvo como centro de referencia a la Basílica de San Ambrosio, que se incendió en el año 1075 y quedó así desaparecida. Fue, siglos más tarde reemplazada por esta Basílica, la del duomo de Milano como se la conoce hoy. Cuando se analiza el plano de la ciudad de Milán, se observa que sus calles parten en forma de radio desde la Catedral de Milán, lo que nos dice que, desde siempre, desde la antigüedad, fue un centro neurálgico para Milán. 

La catedral de Milán, construida de ladrillo y mármol es muy grande. Esta distribuida en cinco naves, una central y cuatro naves laterales y posee cuarenta pilares. Tiene una altura de 45 metros. Su interior, de una forma muy original y atípica está plagada de esculturas y pinturas reconocidas, arcos ojivales, sarcófagos y bóvedas. 

Su recorrido es una experiencia única para un creyente, para un no creyente, para el turista y para el entendido en arte. Cada pasillo y cada rincón, interior y exterior de esta catedral alberga un vasto universo de detalles bien pensados y que llevó años pensar y realizar.