El Grito, los cuatro cuadros realizados por Edvard Münch (18631944) entre los años 1893 y 1895, fueron una de las más fuertes marcas del expresionismo. Estas obras, hoy dispersas en varios museos del mundo, conforman una serie o, mejor dicho, cuatro versiones de una misma idea realizada en pasteles, oleo y crayones.

El expresionismo fue un movimiento artístico que, a principios de siglo XX, se supo plasmar en diferentes áreas o artes. El arte plástico no fue su excepción y el Grito fue uno de sus grandes exponentes convirtiéndose hoy en día en un ícono de la época. El expresionismo como tal, pretendía mostrar o expresar la realidad de una manera más subjetiva y alineada con las emociones humanas. Una realidad desvirtuada o aumentada por la influencia de lo que las personas vivimos en nuestro mundo interno.

¿Pero de qué se habla cuando nos referimos a la obra “El Grito”? ¿O al menos a su primera versión? Se trata de un óleo de 91 cm × 74 cm de tamaño, expuesto hoy en el museo Nacional de Noruega. Se trata de una figura humana de rasgos distorsionados y líneas curvas, con colores pálidos y líneas confusas en donde lo que se busca retratar es la existencia “angustiante” del hombre moderno. Esta persona está gritando, con las manos en su rostro, muestra desesperación, miedo, terror, angustia, etc…A su izquierda, por detrás, se acercan dos figuras de traje negro y altas galeras del mismo color. Figuras retratadas en un puente de Oslo, que simbólicamente asechan al protagonista de este cuadro como tantos peligros de la modernidad. La “sombra” que asecha a este hombre puede ser interpretada de muchas maneras posibles.

Para el autor, Eduard Münch, quien debió hacer un extenso recorrido al pintar esta obra, la escena retrata el momento final de una relación de pareja en la cual, luego de haber transitado las etapas de enamoramiento y el de la relación de pareja más profunda, lo que queda es la etapa de ruptura y desolación. No es un dato menor que el propio Münch haya tenido una infancia muy triste, marcada por varias perdidas, tiñendo su crecimiento de soledad y angustia.

Los años fueron mostrando que esta obra, interesante, llamativa y de una fuerza simbólica muy grande, terminó siendo una de las obras más codiciadas de la historia del arte. A tal punto, que en varias ocasiones fue robada y recuperada por la policía. Lo más llamativo es el valor de esta obra, la cual fue subastada en el año 2012 por 119,9 millones de dólares por Sotheby’s (Nueva York) llegando, por ende, al podio de la obra más cara subastada de la historia.