Jorge Álvaro, el pintor y grabador argentino nacido en el año 1949 fue un gran exponente de un realismo muy particular. Formado en la Prilidiano Pueyrredón supo formarse con grandes figuras y de mucha personalidad del arte argentino, como Ana María Moncalvo y Fernando López Anaya. Esto le permitió formarse de una manera muy resolutiva desde“El poder y la gloria” de Jorge Álvarous inicios, montar su propio taller y presentarse con un estilo muy característico de él. En sus inicios se dedicó al grabado, logrando a partir de allí aguas fuertes y luego sus típicas figuras: personas con rostros tipo máscaras, ojos vacíos y cuerpos planos.  Años más tarde, comenzaría a dedicarse al dibujo y la pintura.

Pero fue en su época de grabador que vio surgir sus primeras grandes obras.  “El poder y la gloria” es una obra que pertenece a esta primera época de Álvaro y cabe ser citada en este caso. El grabado como medio expresivo tiene su particular proceso, suele ser útil para generar varias imágenes a partir de un mismo grabado, muchas veces acompañada de un texto de una intencionalidad pura. Los grabados de Álvaro apuntaban a la denuncia, repleto de imágenes metafóricas que hacían alusión directa al deseo desmedido de poder, la corrupción, “el amiguismo político”, el consumo, el hombre enajenado, fuera de sí mismo, la frivolidad y la carencia de espiritualidad y profundidad. 

“El poder y la gloria” es una aguafuerte, con cierto uso también del aguatinta realizada en el año 1973. En esta imagen se observa a tres hombres, “los empresarios”, solía denominarlos él, y estaban presentes como cliché en esta obra como en otras tantas de su autoría. Estos hombres, vestidos de traje, camisa blanca y corbata. Solo los diferencia la trama de las corbatas que llevan, para los otro son de la misma estirpe. Forman una torre, uno sobre otro, haciendo un equilibrio justo, pero con actitud relegada. Los tres mirando hacia la izquierda, ¿qué llamará su atención del pasado? Y aquí la nota clave, sus rostros, tan particulares, mucho de humanos, pero todavía más de animales, específicamente de sapos. 

El realismo de Álvaro se conjuga con un simbolismo que apunta a la denuncia de lo grotesco, y ese es su gran aporte. Como a los ojos de un antropólogo, él deforma las figuras buscando acentuar los rasgos que analiza de una época. Trajes y zapatos impolutos, miradas amenazantes al estilo gangster, papadas rellenas, bocas devoradoras y el materialismo y la puja de poder como motor de todo.