Spilimbergo es conocido principalmente por su obra pictórica. Una vasta producción de pinturas que realizó a lo largo de su vida y consagró a este artista argentino a la fama y a ser parte ineludible de la historia del arte argentino.

Sin embargo, hay toda una faceta de ese artista, muy explorada, pero poco conocida, que es su faceta de dibujante. Sus dibujos paisajes, figuras, retratos, dan cuenta de un acabado conocimiento de las formas y las perspectivas. Eligió dibujar de una manera realista y deja traslucir en sus producciones una connotación profunda y hasta inconsciente de su visión del mundo. 

La mayoría de sus dibujos no tiene fecha precisa, con lo cual dificulta entender si en la elección de sus temas él fue azaroso a siguió una lógica de trabajo. A nivel técnico, la mayoría de sus dibujos fueron realizados en lápiz, aunque también utilizó acuarelas y temperas.  De sus dibujos de naturaleza muerta, puede decirse que lo más destacable es la utilización que tiene de las luces y sombras para generar la sensación de diferentes planos. Sus paisajes, por los general bien arraigados en el interior argentino, son una síntesis del arte tradicional y renacentista con el arte moderno, con un uso excelente de la perspectiva. A veces, en sus paisajes, introduce figuras humanas, pequeñas y anónimas frente a la inmensidad y soledad de sus paisajes. Un contraste hombre-naturaleza muy profundo. De sus desnudos, se destaca su capacidad de representar con sus trazos, luces y sombras, las figuras de mujeres alejadas de un ideal de belleza. Trasmitiendo entrega, humildad y mucha vida de sacrificio. El paso del tiempo y la vida de privaciones se reflejan en esos cuerpos cansados y anónimos.  Y de sus retratos se pueden observar dos tipos contrapuestos. Los de corte más tradicional, con altos ideales de estética renacentista, que apuntan a un ideal de belleza perfección y, por el contrario, los otros los realistas y los que apuntan a ser un testimonio de la realidad argentina. 

De estos dibujos cabe destacar dos de ellos, ambos preservados hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes: “Cabeza de vieja” y “Cabeza de niño”. En ambos, el realismo presente, un semi perfil y una mirada profunda. Los trazos y sombreados permiten observar el paso del tiempo. En el caso de la mujer las líneas y las arrugas se hacen presente con maestría a lo largo de todo el rostro. 

En toda la obra de Spilimbergo, como factor común, aun tratándose de los paisajes, puede decirse que su tema central es el hombre, la naturaleza y su espíritu. La soledad del hombre ante la vida, la existencia y la muerte. Spilimbergo nació en Buenos Aires en el a{o 1896 y murió en la ciudad de Córdoba a sus 68 años. Si bien tuvo oportunidad de viajar a Europa y formarse allí, el grueso de su vida profesional la realizó en Argentina.