Pablo Picasso fue uno de los mejores artistas que atravesaron el siglo XX. Innovador, influyente y versátil este pintor y escultor de raíces españolas supo marcar un siglo agitado con su impronta y convertirse en una de las figuras más prestigiosas de la historia del arte. Nació en España 1881 y murió en el año 1973 en Francia, dejando tras de sí un legado único e inabarcable.

Esta mentalidad y energía innovadora fue lo que lo definió como “héroe moderno” en la que su obra no puede ser catalogada o reducida a un estilo artístico en particular. Picasso fue principalmente conocido por sus pinturas y esculturas, pero supo destacarse en otras áreas como el grabado, el dibujo, la cerámica, etc. Incluso, su variada trayectoria se puede clasificar en doce etapas diferentes: el periodo azul, periodo rosa, cubista, clásico, surrealista y la etapa final de su vida (que comprende entre la segunda guerra mundial hasta su muerte a sus 92 años), entre otras.

Pero su mentalidad de genio no transcurría en soledad. Si bien su ojo artístico supo plasmar su manera particular y única de percibir y vivir la realidad, no era un ser aislado y ajeno a la influencia de sus colegas. Todos estos vínculos resultaron claves para su obra: El Greco, Rembrandt, Velázquez, Poussin, David, Goya, Gauguin, Toulouse-Lautrec entre otros. Otro detalle que influyó en su obra fue su interés por el arte prehistórico y el arte griego.

Pero este espíritu avasallador, conectado y cambiante se conjuga con un Pablo Picasso de profundas raíces españolas. Picasso nació en Málaga un 25 de octubre de 1881 y muchos dicen que existe un “Picasso antes de Picasso”, un Picasso anterior a su radicación definitiva en Francia. Y es esta otra faceta de su persona que sigue hasta el día de hoy deslumbrando. Claro ejemplo de esto es una de sus más grandes obras: la “Guernica”.

El Guernica puede definirse como una de sus obras más magnificas y vinculadas con su país natal. Esta pintura fue realizada en el año 1937 y describe el bombardeo de Guernica, sucedido durante ese mismo año en el marco de la Guerra Civil española. Es una pieza emblemática, un gran mural a óleo, de estilo cubista y expresionista a la vez y realizado en una paleta de colores monocromos que, al conjugar magníficamente las luces, las sombras y los contrastes aportan un dramatismo a la obra muy especial. Es una obra de denuncia política, no caben dudas, pero también hay interpretaciones que aluden a una influencia de la historia personal del artista en muchos de sus diversos símbolos que en ella se plasman. Las mujeres, el hombre, el niño, el toro, el caballo y el ave. El mural que divide la obra en dos enriquece esta obra maestra al punto de convertirla en una novela inabarcable en simbolismo y profundidad. Y como todo en la vida de este inmenso artista se abre, a partir de ella, un campo fértil de interpretaciones e inspiración.